En primer lugar hay que precisar que las Indias no son, en realidad, un escenario típico de la novela picaresca. No hay, por lo menos en los siglos XVI y XVII, novelas picarescas españolas de ambiente americano y sólo son tres los pícaros literarios que eventualmente pasan a las Indias: Alonso mozo de muchos amos, el buscón Pablos y Lazarillo de Manzanares. Sin embargo, las Indias son una referencia constante en la picaresca, porque si no aparecen propiamente como un escenario, sí aparecen como una expectativa, como un rumbo conocidísimo en el que es más emblemática la vuelta que la ida y como una carrera a seguir. Es precisamente en "la carrera de las Indias" donde se forma el personaje del perulero o indiano que, una vez acumulada suficiente riqueza, regresa a España para vivir de las rentas. En ese momento histórico, el rumbo de las Indias es, como lo expresa Estebanillo González, "el camino de la codicia.” En la picaresca, la mentalidad mesiánica de Cristóbal Colón ha quedado por tanto reemplazada por una mentalidad lucrativa y mercantil: si el propósito más definitivo de Colón era transportar el oro y las riquezas americanas hasta Jerusalén para reconstituirla como ciudad escatológica y cumplir así las profecías de Isaías y de Esdras, un pícaro como Lazarillo de Manzanares dirá, por el contrario, lo siguiente:
Mi intento... nunca fue vivir de asiento en éste o en otro lugar alguno de los de España, antes dar conmigo en las Indias, donde hombres bajos vienen de ordinario ricos, aunque vayan sin oficio, porque, llevando consigo el poderse aplicar a mercaderes de cosas bajas, nunca se vienen sin dineros.
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